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50 años de presencia educativa: el Santuario Colegio Nuestra Señora de Schoenstatt


Queridas familias, mis muy queridos alumnos:

Hoy hace 50 años, una comunidad pequeña y pobre de Hermanas de María de Schoenstatt abrían un sencillo Kindergarten en la planta baja de su casa de Pozuelo de Alarcón, apenas recién estrenada. Eran las así llamadas “monjas alemanas”, extranjeras para nuestra patria española, pero se hicieron muy “de aquí”, porque les ardía el corazón por amor a María, tan de nuestra tierra. Querían que todos los corazones vibraran por Jesús y, por eso, no les importaron dificultades ni estrecheces: fueron audaces por amor a sus alumnos y desde la confianza en su Reina.
De hecho, lo primero que hicieron las Hermanas fue entregar a María la corona, nuestra corona: el reinado sobre su escuela pequeña, para que Ella hiciera aquí grandes obras.

¡Y María respondió! Vemos que María siempre responde, cuando le entregamos nuestras obras sencillas, pero realizadas por amor a Ella.

Esa respuesta de María ha creado el anhelo en los corazones de muchas familias (hoy nos acompañáis unas cuantas) que han confiado la educación de sus hijos a las Hermanas y a los profesores que colaboran con ellas. De hecho, hoy escucharemos testimonios sobre la huella profunda que esa entrega ha causado en la vida de los antiguos alumnos del Kindergarten, luego escuela infantil “Madre y Reina”.

Así, estos inicios, basados en el amor a cada alumno y en la alegría de entregarse poniendo el “nada sin nosotros” de nuestro Santuario, han hecho posible este pequeño, pero gran, Colegio. Hemos recogido el testigo de la historia y hemos ido más allá. Todos los que estamos aquí hoy hemos construido algo grande, algo que no existía: un Santuario Colegio. Y todos sabemos lo que significa. María se ha establecido aquí y ha hecho, de estos patios y de esta comunidad escolar, su casa y su familia. Lo sabemos porque lo vivimos a diario (muy particularmente lo hemos vivido durante esta pandemia).

Igual que el padre Kentenich se presentó ante los primeros congregantes diciéndoles “me pongo enteramente a vuestra disposición, con todo lo que soy y tengo; con mi saber y mi ignorancia, con mi poder y mi impotencia, pero, sobre todo, os pertenece mi corazón”, hoy sabemos que contamos con su ayuda. Él, al entregarnos su corazón, nos ha enseñado a amar a María y a crecer de su mano; por eso nosotros podemos presentarnos igual que el padre Kentenich, ante Ella, consagrándole todo lo que somos. Por nuestra alianza con María llegaremos a ser personalidades auténticas, recias y libres, comprometidas en la construcción del tiempo actual que tanto nos necesita.

Queridos alumnos, sabemos que cada uno de vosotros está llamado a contribuir a la construcción de la Historia según el plan de Dios. Él os ha regalado a cada uno un conjunto de cualidades que os hacen únicos e irrepetibles. En nuestro Santuario Colegio estamos al servicio de vuestra originalidad, para potenciar lo mejor que Dios os ha entregado y que así podáis alcanzar vuestra plenitud personal poniéndola al servicio de los otros. Como habéis oído tantas veces, queremos que todos viváis “con la mano en el pulso del tiempo y el oído en el corazón de Dios”. Eso quiere decir que os animamos a tomar decisiones mirando las palabras que Dios nos dice en la vida de cada día, confiando en que su cuidado de Padre nunca nos abandona.

Sabemos que, todos juntos, hemos podido crear una atmósfera muy especial, donde cada uno puede entregar un comportamiento de altura y levantarse una y otra vez, aunque caiga. Aquí hay un clima de alegría, de confianza de unos en los otros, de aprender a resolver problemas confiando en María. Esto es único, existe en pocos sitios, muy escogidos: Dios nos ha confiado un gran regalo. Un regalo que conlleva una misión: cada uno de nosotros tenemos la responsabilidad de preservarlo y de llevarlo allá donde vayamos, porque al que se le confía algo tan grande no puede guardarlo sólo para sí mismo.

En nuestra vida diaria, por amor a María, nos comprometemos, por tanto, a mantener esta atmósfera y alimentarla, para que Ella pueda seguir haciéndose presente. Nos tenemos los unos a los otros para mantener esta gran conquista. El Cielo es nuestro aliado. Podéis pensar que sois pequeños para realizar esta misión. María también lo era. Ése es el camino por el que Dios quiere mostrar al mundo su grandeza y su misericordia: cuando somos pequeños y le dejamos hacer, Él nos hace grandes. Si queréis comprobarlo, mirad a María, y mirad también a San José. Hoy, le hemos invitado formalmente a ser parte activa en la construcción de este Santuario Colegio: es el Reino de María y todo lo de Ella está a su cuidado porque así lo ha querido el Padre. Vosotros, nosotros, somos parte de ese Reino: cada uno está, por tanto, al amparo de San José. Él nos cuidará y nos educará en la audacia que nace del amor, por la que San José pudo dar grandes saltos de confianza en el amor de Dios. Cada uno de vosotros podéis encontrar en él un aliado, ¡no lo olvidéis!

Pero, además, estamos juntos en el desarrollo de esta gran misión: llevar a María al mundo para que el mundo sea más humano, más como lo ha pensado Dios desde toda la eternidad. Nuestra misión es muy grande, pero no podemos realizarla solos, por separado. Por eso, hoy vamos a rodear nuestro Santuario Colegio con nuestros brazos y nuestros corazones, ofreciéndonos a María para construir desde aquí los próximos 50 años para el bien de nuestra patria, España, y del mundo.

Hoy, abrimos un año de Jubileo, que quiere decir “de alegría”, en el que viviremos dando gracias a Dios, nuestro Padre, que ha querido hacer realidad este Santuario Colegio y regalarnos, por su medio, tantos dones a tantas familias. Abrimos este año jubilar con el ruego al Padre Dios de que nos regale y cuide otros 50 años y más, educándonos, por María, en la audacia de la que nacen los santos. Nos ponemos a su disposición y le ofrecemos lo que somos, para que Él haga aquí grandes cosas. Que las generaciones venideras nos juzguen.

A María, le pedimos que nos bendiga siempre.

Por Cristo, su Hijo, bendíganos la Virgen María.

Pablo Siegrist Ridruejo
Director