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Carta de la Directora


Queridas familias, el mes de mayo nos resuena a muchos como un tiempo  de primavera, de flores, de alegría y esperanza. Para quienes somos parte de nuestra Iglesia, sin duda es un mes que, de manera especial, nos invita a  mirar a María, nuestra Madre  de cielo, nuestra Reina, aquella que seguramente muchas veces hemos visitado  en  algunos de los muchos santuarios marianos que conocemos en toda España.

Cada uno de estos santuarios  marianos, reciben muchos peregrinos, que día a día van buscando  las gracias propias de cada uno de estos lugares especiales.  Allí la Madre, sana las heridas, físicas o espirituales, consuela en las aflicciones, regala esperanza  a quienes la han perdido, da paz y fortaleza en las horas de dolor, sabiduría para quienes lo necesitan, apoyo y confianza para quienes están desvalidos por diversas situaciones.

Nosotros estamos a la sombra  de un Santuario Mariano donde María nos espera cada día para regalarnos sus gracias que son muy propias da cada uno de nuestros santuarios de Schoenstatt.  Ante un tiempo donde se vive el desarraigo y la falta de hogar, María nos regala la  gracia del cobijamiento; nos hace sentir que somos sus hijos y que  allí  podemos dejar todas nuestras penas,  angustias, anhelos y  necesidades.  Ante un hombre que  se deja llevar por lo que hacen los demás, sin voluntad propia, el Santuario nos regala la gracia de la transformación interior, allí la Madre nos  educa  para  sacar lo mejor de nosotros mismos,  enriqueciendo  nuestra personalidad, aquello que Dios ha depositado en cada uno, son milagros imperceptibles, pero que los vemos en tantas personas que se han dejado modelar por María. Ante un hombre centrado en sí mismo y que no ve las necesidades de los demás, el Santuario nos regala la gracia de ser apóstoles que se entregan por los demás y donde están irradian alegría y paz…

“Nuestra capillita es la catedral del amor para nuestro tiempo. En su paz se tranquiliza el corazón más atormentado, pues encontramos Padre y Madre. Desde aquí ha de recibir nuestro pobre y agitado mundo, la paz, la verdad y el amor.” (P. José Kentenich)

Hna. Ma. Marcela Rioseco