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De Corazón a Corazón


Siendo supremamente bueno, Dios nunca permitiría que existiera ningún mal en sus obras, si no fuera lo suficientemente poderoso y bueno, para sacar el bien del mal mismo (San Agustín, Enchir., 11, 3).

A lo largo de esta última parte del curso hemos vivido situaciones muy especiales en el Colegio, y no me refiero al coronavirus, no. Lo digo por el Corazón de la Mater y el Corazón de Jesús. Es justo alabar a Dios por medio de la Mater. Pero, fijaos bien, no alabamos a Dios por el mal que está poniendo de rodillas a toda la humanidad; lo alabamos porque estamos seguros de que podrá sacar bien de este mal, para nosotros y para el mundo. Lo alabamos convencidos, de hecho, de que todo contribuye al bien de los que aman a Dios y, sobre todo, de los que Dios ama. Sí, podemos alabarlo, porque ella, la Mater, nos lleva de la mano de su Corazón al Corazón de su Hijo definitivo hogar para todos nosotros.

Damos fe de ello, porque en este tiempo hemos revivido dos acontecimientos importantes para nuestro Colegio. Renovamos la coronación de María como Reina del Colegio Nuestra Señora de Schoenstatt, y de su corazón saltamos al Corazón de su Hijo Jesús, renovando la consagración a su Sagrado Corazón. De Corazón a Corazón.

Dos hitos para nuestro Santuario Colegio. ¿Que son los hitos? El P. Kentenich habla de momentos de una irrupción de gracias especiales. Sucede algo especial en la historia, se trata de un acontecimiento en el cual está comprometida la irrupción de Dios y la apertura, el abrirse a esa gracia para cooperar con ella. Son momentos no independientes uno del otro. No son grandezas aisladas, sino que son parte de un desarrollo histórico, de una historia o de un plan de Dios que se va realizando en el tiempo. Y por eso, los hitos están relacionados íntimamente uno con el otro. Y algo así es lo que ha sucedido en nuestro Santuario Colegio.

Mañana, día 19 de junio, celebramos el Sagrado Corazón de Jesús. Es tradición la consagración de las familias al Sagrado Corazón, que conservan una imagen suya en su casa. Esta devoción hunde sus raíces en el misterio de la Encarnación; precisamente a través del Corazón de Jesús se manifestó de modo sublime el amor de Dios a la humanidad. Por eso, el culto al Sagrado Corazón atrae especialmente a las personas sedientas de la misericordia de Dios, que encuentran en él la fuente inagotable de la que pueden sacar el agua de la vida, capaz de regar los desiertos del alma y hacer florecer la esperanza.

San Pablo escribió de sí mismo: “Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Ga 2, 20). Antes que él y que cualquier otro santo vivió esta realidad María santísima, que guardó en su corazón las palabras de su Hijo Jesús. Dejar que el “yo” de Cristo ocupe el lugar de nuestro “yo” es de modo único y ejemplar el anhelo de nuestra querida Mater por cada uno de nosotros.

Desde el horizonte infinito de su amor, Dios quiso entrar en los límites de la historia y de la condición humana, tomó un cuerpo y un corazón, de modo que pudiéramos contemplar y encontrar lo infinito en lo finito, el Misterio invisible e inefable en el Corazón humano de Jesús, el Nazareno. Fijamos la mirada en el costado traspasado de Cristo, del que habla san Juan en su evangelio (cf. Jn 19, 37). Y este centro de la fe es también la fuente de la esperanza en la que hemos sido salvados. Toda persona necesita tener un «centro» de su vida, un manantial de verdad y de bondad del cual tomar para afrontar las diversas situaciones y la fatiga de la vida diaria. Cada uno de nosotros, cuando se queda en silencio, no sólo necesita sentir los latidos de su corazón, sino también, más en profundidad, el pulso de una presencia fiable, perceptible con los sentidos de la fe y, sin embargo, mucho más real: la presencia de Cristo, corazón del mundo.

 P. Don Borja 

Capellán del Colegio