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¡Rescatado!


Un año más estamos a las puertas de la Santa Semana. Sí, Santa Semana porque la Semana Santa está llamada a convertirse en una Santa Semana. Y de conversión va el asunto… ¿Para qué la pasión de Cristo? Para que creas, y creyendo esperes y esperando ames.

1.- «Convertíos y creed en el Evangelio» (Mc 1,15). Antes de Jesús, convertirse siempre significaba un «volver atrás». En los labios de Jesús este significado cambia. No porque le divierta cambiar el significado de las palabras, sino porque, con su venida, las cosas han cambiado. «Convertíos y creed» no significan dos cosas diferentes y sucesivas, sino la misma acción fundamental: ¡convertíos, es decir, creed! “Prima conversio fit per fidem”, dice santo Tomás de Aquino: La primera conversión es creer. Todo esto requiere una verdadera «conversión», un cambio profundo en la forma de concebir nuestras relaciones con Dios. Exige pasar de la idea de un Dios que pide, que manda, que amenaza, a la idea de un Dios que viene con las manos llenas para dársenos del todo. Es la conversión de la «ley» a la «gracia», que era tan querida para san Pablo.

2.- “En verdad os digo: si no os convertís y nos hacéis como en niños, no entraréis en el reino de los cielos”» (Mt 18,1-4). Esta vez, sí, convertirse significa volver atrás, ¡incluso a cuando eras un niño! Esta es la conversión de quien ya ha entrado en el Reino, ha creído en el Evangelio, y desde hace tiempo está al servicio de Cristo. ¡puede ser nuestra conversión! ¿Qué supone la discusión sobre quién es el más grande que provocó esas palabras de Jesús? Que la mayor preocupación ya no es el reino, sino quien prevalecía sobre quién, el propio yo. Y los frutos de esta situación son evidentes: rivalidades, sospechas, comparaciones, frustración. Jesús de golpe quita el velo. Lo que Jesús propone es una verdadera revolución copernicana. Es necesario «descentralizarse de uno mismo y centrarse en Cristo». Jesús habla más sencillamente de hacerse niño. Hacerse niños, para los apóstoles, significaba volver a como eran en el momento de la llamada en las orillas del lago o en la mesa de los impuestos: sin pretensiones, sin títulos, sin confrontaciones entre sí, sin envidias, sin rivalidades. Ricos solo de una promesa y de una presencia, la de Jesús. Cuando todavía eran compañeros de aventura, no competidores por el primer puesto. También para nosotros hacernos niños significa volver al momento en que descubrimos que fuimos llamados o del primer verdadero encuentro personal con Jesús. Cuando dijimos: «¡Solo Dios basta!» y creímos en ello.

En la historia de la santidad cristiana el ejemplo más famoso de la primera conversión, del pecado a la gracia, es san Agustín; el ejemplo más instructivo de la segunda conversión, de la tibieza al fervor, es santa Teresa de Jesús. Lo que dice de sí misma en el libro de la Vida es ciertamente dictado por la delicadeza de su conciencia, pero, en cualquier caso, puede servirnos a todos para un examen útil de la conciencia.

«De pasatiempo en pasatiempo, de vanidad en vanidad, de ocasión en ocasión, a meterme tanto en muy grandes ocasiones y andar tan estragada mi alma en muchas vanidades […] Dábanme gran contento todas las cosas de Dios; teníanme atada las del mundo. Parece que quería concertar estos dos contrarios —tan enemigo uno de otro— como es vida espiritual y contentos y gustos y pasatiempos sensuales».

El resultado de este estado era una profunda infelicidad: «Con estas caídas y con levantarme y mal -pues tornaba a caer- y en vida tan baja de perfección, que ningún caso casi hacía de pecados veniales, y los mortales, aunque los temía, no como había de ser, pues no me apartaba de los peligros. Sé decir que es una de las vidas penosas que me parece se puede imaginar; porque ni yo gozaba de Dios ni traía contento en el mundo. Cuando estaba en los contentos del mundo, en acordarme lo que debía a Dios era con pena; cuando estaba con Dios, las aficiones del mundo me desasosegaban».

¿Para qué la Semana Santa? Para que recibas el único titulo de gloria que podemos tener… ¡Rescatado! El tiene sed de la sed que tú tienes de felicidad. No es asunto menor. Vive estos días como lo que son: la clave de tu Salvación. Que la Mater te acompañe…

P. Don Borja Hernando
Capellán del Colegio