“Nos encontramos en un cambio total del tiempo, de carácter catastrófico universal. Lo que hasta ahora hemos podido experimentar de este derrumbe son las amplias situaciones de crisis: crisis cultural, económica, familiar, sexual… no son simplemente enumeraciones, sino hechos decisivos, casi no hay un campo que no esté afectado. Al caos del ambiente corresponde un caos en la vida anímica del hombre.” (Padre José Kentenich conferencia a educadores en el año 1950).
Con el coraje de un pedagogo, el P. Kentenich llamó a un nuevo comienzo. Con el «oído en el corazón de Dios y la mano en el pulso del tiempo», así quería que se lo representara en el futuro, como dijo en una conversación.
Estas palabras han marcado nuestro Colegio. Con el oído en el corazón de Dios, con la mano en el pulso del tiempo, vemos con claridad un encargo de Dios: un país quebrado necesita un nuevo comienzo, una nueva generación de personas jóvenes.
Hay que educar a hombres y mujeres fuertes que den esperanza y alma al mundo destruido. A partir de las ruinas debe florecer una nueva primavera. En Schoenstatt ha surgido un Colegio en el que se va haciendo realidad la gran meta: “Bajo la protección de María, queremos aprender a autoeducarnos como personalidades firmes, libres y sacerdotales” (P. José Kentenich).
El P. Kentenich es un hombre realista: conoce la época, los acontecimientos del pasado le han dado una percepción del futuro. Desde el comienzo sabía que, en los revolucionarios cambios técnicos y científicos de la época, cada vez más rápidos, y en la creciente descomposición de los valores, se hará cada vez más difícil la educación y formación de una persona. El hombre y la familia estarán solos en la lucha en medio de las ideologías. Por eso, se vuelve hacia María, que, como un faro luminoso, se convierte en referente y modelo a seguir.
En una conferencia, el P. Kentenich relató la historia del Antiguo Testamento sobre Barac, jefe de las huestes de Israel, que debía marchar a la batalla, pero que estaba desanimado a causa del poder del enemigo. Entonces, Débora, profetisa y jueza en Israel, le transmitió la orden de Dios de que redujera el número de sus guerreros y que marchara a la batalla con una pequeña tropa. El Señor exigió una gran confianza de parte de Barac. Este respondió a Débora: «Si vienes conmigo, iré, pero si no vienes conmigo, no iré» (Jueces 4,8). La batalla fue un triunfo.
«Si vienes conmigo». Con esta confianza se dirigió el P. Kentenich a María. Si tú —o “porque tú”—, María, Madre y Educadora de Jesús y de toda la humanidad, vienes conmigo, entonces supero todas las dificultades, entonces me arriesgo a dar el paso hacia lo incierto del futuro, me aventuro al insignificante comienzo del que debería surgir una nueva generación de hombres nobles. «Si vienes conmigo» —es una petición de todos los padres, de todos los educadores, de todos los adolescentes—, «entonces puedo dar el próximo paso y hacer frente a la vida, cada día de nuevo».
“Porque vienes con nosotros”, María, Madre y Educadora: ésa es también la certeza con la que enfrentan las dificultades de cada día nuestros alumnos. Nos ha conmovido la actitud de entereza y de alegría con la que han sobrellevado todas las restricciones con las que se han encontrado en este regreso a las aulas después del confinamiento. Nos damos cuenta de que la educación que ellos han recibido, desde pequeños, de ver en los problemas una oportunidad para crecer y buscar soluciones les ha ido preparando para dar este comportamiento de altura que no se improvisa en esta situación tan dura. El sentido que le dan a las dificultades les hace sacar lo positivo, como, por ejemplo: no es “no compartir”, sino “cuidar al otro”. Se siguen ayudando unos a otros de una manera creativa, dando consejos, indicaciones; están simbolizando lo que les cuesta en pequeñas piedras que regalan a María para que Ella las transforme en escalones para subir más alto, para ir al cielo… Así, el cielo toca la tierra, como sucedió en la reciente Primera Comunión, donde por parte de nuestros niños no hubo quejas por las mascarillas o porque algunos familiares y amigos no pudieran asistir, sino por el contrario, hubo un ambiente de mucha alegría y felicidad porque Jesús llegó, por fin, a sus corazones.
Con el Padre Kentenich, podemos afirmar que “a Ella le debemos la inmensa gracia de que aquellos peñascos destinados a exterminarnos, llegaran a ser los poderosos peldaños que nos llevaron de modo seguro a Dios, y que nos introdujeron en el mundo de nuestra misión y de nuestra tarea” (Segunda Acta de Fundación).
Hna. María Crevillén
Jefa del Departamento de Formación